Arte y cultura
Every year, in the end of June, conductors and composers from all over Russia and neighbour countries come to Gatchina, a small town near Saint Petersburg. During these 6 days Gatchina turns into the choral music center, holding seminars with the most well-known Russian choir leaders, running master classes with European musical experts, organizing classes of choral music composing and concerts of the participating groups, exchanging experience and creative musical inspiration.
Cada año, a finales de junio, directores de orquesta y compositores de toda Rusia y alrededores, se acercan a Gátchina, una pequeña ciudad cercana a San Petersburgo. A lo largo de estos seis días, Gátchina se convierte en la capital rusa de la música: acogiendo seminarios impartidos por los más famosos líderes rusos de la música coral, llevando a cabo clases magistrales dirigidas por expertos musicales europeos, organizando lecciones de composición coral y conciertos de los grupos participantes; y facilitando el intercambiar experiencias e inspiración musical.
Every day the participants mastered contemporary schooling techniques and methods, they studied new choral pieces by Russian and European composers. Alexandr Ostapenko and Zarina Kogay held additional master classes, teaching Body Percussion techniques, and Viktor Yemelianov leaded the additional workshop ‘Phonopedic method of voice development’.
Cada día, los participantes perfeccionaron técnicas y métodos de enseñanza contemporáneos, aprendiendo nuevas piezas corales de compositores rusos y europeos. Alexandr Ostapenko y Zarina Kogay impartieron clases magistrales adicionales en las que enseñaron técnicas de percusión corporal, mientras que Viktor Yemelianov estuvo al mando del taller “Método fonopédico para el desarrollo vocal”.
Western art history, as a whole, can be an unreliable vision. For centuries, European painters have heralded systems of imperialism through their works and, for the average art viewer, it’s difficult to untangle colonial context while perusing the halls of a major museum. Western depictions of the East are littered with tropes of the exotic, the fetishized and the voyeuristic. Painters like Delacroix, Jéan Léon Gérôme, and Rousseau have shaped a binary view of the world with patronizing depictions of snake charmers, geishas and bathhouses. Second generation Chinese-Canadian painter Dominique Fung collects these problematic notions and recasts them through her own lens, refiguring art history to give her subjects real agency.
La historia del arte, en occidente, puede ser una versión poco fiable. Durante siglos, las obras de arte europeas han reflejado regímenes imperialistas, un problema que difícilmente puede ser descifrado por el observador medio mientras escudriña las salas de un gran museo. Las representaciones que occidentales han hecho de oriente, están plagadas de exotismo, fetichismo y voyerismo. Pintores como Delacroix, Jéan Léon Gérôme y Rousseau han conformado una visión del mundo binaria, representando encantadores de serpientes, geishas y baños. La pintora Dominique Fung, segunda generación chino-canadiense, recupera estas nociones problemáticas y las reestructura a través de su propio punto de vista, reconfigurando la historia del arte para darle una entidad real a sus protagonistas.
In 2012, Brooklyn-based artist Tatyana Fazlalizadeh launched Stop Telling Women to Smile, a project inspired by her experiences with street harassment. Fazlalizadeh, who’s originally from Oklahoma City, Oklahoma, transformed the art project from a personal form of expression on a Brooklyn street to a worldwide movement that has resonated with thousands of people.
En 2012, la artista asentada en Brooklyn, Tatyana Fazlalizadeh, estrenó su obra Stop Telling Women to Smile (Deja de decirle a las mujeres que sonrían). Un proyecto inspirado en su experiencia con el acoso callejero. Fazlalizadeh, original de Oklahoma City (Oklahoma), ha llevado el proyecto artístico desde una forma de expresión personal en las calles de Brooklyn, a un movimiento mundial del que miles de personas se han hecho eco.
Commercial menstrual pads cost from $2 to $3 per month in Congo, a significant sum in a country where the average family earns just $1.30 a day. The pads made at the Girls Club, fashioned from plastic liners and soft flannel decorated with rockets, aeroplanes and stars scattered across a blue sky, sell for $2.40 per pack but can be re-used for many months. After expenses, each pack also earns nearly $1 in profits for the teenagers who make and sell them. The more they make, the more they earn.
En el Congo, las compresas disponibles en el mercado cuestan entre 2 y 3 dólares al mes, una suma de dinero considerable en un país donde la ganancia media de una familia es 1.30$ al día. Las compresas hechas en el Club de las chicas, fabricadas con un recubrimiento de plástico y suave franela, están decoradas con cohetes espaciales, aviones y un cielo azul estrellado. Éstas se venden por 2.40 $ el paquete, pero pueden ser reutilizadas varios meses. Tras los gastos, cada paquete proporciona 1 $ de beneficio para la adolescente que las ha hecho y vendido. Cuantas más fabrican, más dinero ganan.
- Artículo de International Federation for Choral Music Bulletin: Escuela de verano para directores de orquesta y compositores 2020
- Artículo de Juxtapoz.com: The Weight of Water. Interview by Jessica Ross (Traducción no publicada)
- Artículo de Bitchmedia.org: Tatyana Fazlalizadeh is Widening our Understanding of Street Harassment. By Rachel Charlene Lewis (Traducción no publicada)
- Artículo de Huckmag.com: How women in Congo are beating period stigma. By Elizabeth Dalziel (Traducción no publicada)