Ejemplos generales
Following a disputed presidential election on October 20, 2019, Bolivia has endured a surge of human rights violations. On November 12, 2019, Jeanine Áñez Chavez became Bolivia’s interim president with the mandate of restoring peace and calling new elections. Under her administration, however, state-sponsored violence, restrictions on free speech, and arbitrary detentions have all contributed to a climate of fear and misinformation that has undermined the rule of law as well as the prospects of fair and open elections.
Tras las controvertidas elecciones presidenciales del 20 de octubre de 2019, las violaciones de derechos humanos en Bolivia han aumentado de forma drástica. El 12 de noviembre de 2019, con el cometido de restaurar la paz y convocar nuevas elecciones, Jeanine Áñez Chávez fue proclamada presidenta interina de Bolivia. Sin embargo, bajo su mandato, la violencia promovida por el Estado, la limitación de la libertad de expresión y las detenciones arbitrarias, han contribuido a un clima de terror y desinformación que ha socavado el Estado de derecho y la esperanza de unas elecciones justas y abiertas.
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Persecution of Dissent: Freedom of assembly, association, and expression are fundamental pillars of a functioning democracy. According to eyewitnesses, the Áñez administration has continued to undermine these rights since November 2019. Officials have threatened journalists and shut down critical media outlets; arbitrarily arrested and tortured activists; and charged political opponents with vague crimes such as “sedition” and “terrorism.” These attacks have provoked a climate of fear in many communities in Bolivia and have raised serious concerns about the possibility of and commitment to holding free and fair elections.
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Persecución de los disidentes: La libertad de asamblea, asociación y expresión son pilares fundamentales de una democracia sana. Según los testigos, el gobierno de Áñez ha estado debilitando estos derechos desde noviembre de 2019. Algunos funcionarios han amenazado a periodistas, cerrado medios de comunicación críticos, arrestado de forma arbitraria y torturado activistas, y han acusado a oponentes políticos con delitos imprecisos como "sedición" y "terrorismo". Estos ataques han creado un clima de terror en muchas comunidades bolivianas, suscitando inquietudes sobre la posibilidad y compromiso de llevar a cabo unas elecciones justas y libres.
In November 2019, state forces carried out operations that killed 23 Bolivian civilians and injured over 230, making November the second deadliest month in terms of civilian deaths committed by state forces since Bolivia began its transition to democracy nearly 40 years ago. On the two most violent days – November 15 in Sacaba and November 19 in Senkata – Bolivian security forces used lethal force against protesters and other civilians that resulted in significant loss of life and injuries. The IHRC collected direct eyewitness testimony, videos, and photos of the attacks that demonstrate widespread human rights abuses by the state. Specifically, the Clinic found credible evidence that: (1) state forces engaged in disproportionate use of force, using live rounds against civilian protesters; (2) military and police used racist and anti-indigenous language during violent encounters with civilians; and (3) authorities created an atmosphere of fear at hospitals, leading victims to avoid seeking medical care due to their legitimate concern about government retaliation.
En noviembre de 2019, las fuerzas del Estado llevaron a cabo operaciones en las que 22 ciudadanos bolivianos fueron asesinados y más de 230 resultaron heridos, haciendo de noviembre el segundo mes con más muertes causadas por las fuerzas del Estado desde que Bolivia comenzase su transición hacia la democracia hace casi cuarenta años. En los dos días más violentos (el 15 de noviembre en Sacaba y el 19 de noviembre en Senkata) las fuerzas de seguridad bolivianas hicieron un uso letal de la fuerza contra manifestantes y otros civiles, dando lugar a numerosas muertes y heridos. El IHRC recogió testimonios de testigos presenciales directos, videos y fotografías del ataque que muestran un abuso generalizado de los derechos humanos por parte del Estado. En concreto, la Clínica encontró pruebas convincentes de que: (1) las fuerzas del Estado hicieron un uso desproporcionado de la fuerza, utilizando munición real contra manifestantes; (2) militares y policías hicieron uso de un lenguaje racista y anti-indígena durante el enfrentamiento con civiles; y (3) las autoridades han creado un clima de terror en los hospitales, haciendo que las víctimas evitasen recibir cuidados médicos debido al miedo legítimo a las represalias del gobierno.